Victoria’s Secret Fashion Show 2025: el mismo cuerpo, con otro guion
El regreso del Victoria’s Secret Fashion Show 2025 llega envuelto en un discurso de “diversidad” y “empoderamiento”, pero basta mirar unos minutos para entender que se trata de un maquillaje discursivo sobre la misma estructura de siempre.
Tatiana Bonilla
10/18/20252 min read


El pasado 10 de octubre de 2025, en Nueva York, la reconocida marca de lencería Victoria’s Secret presentó su esperado regreso al escenario internacional con el Fashion Show 2025, un evento transmitido globalmente y protagonizado por modelos, celebridades y nuevas voceras del discurso de la “inclusión”. La firma buscó, con este relanzamiento, reconciliarse con el público tras años de críticas por su falta de diversidad y su papel en la perpetuación de estereotipos de belleza imposibles.
Sin embargo, el espectáculo que siempre promete representar a “todas las mujeres”, terminó repitiendo la misma narrativa visual que durante décadas consolidó su poder: cuerpos delgados, proporciones exactas, rostros perfectos. El intento de renovación se sintió más como una estrategia de relaciones públicas que como un cambio real en la forma de imaginar la feminidad.
El regreso del Victoria’s Secret Fashion Show 2025 llega envuelto en un discurso de “diversidad” y “empoderamiento”, pero basta mirar unos minutos para entender que se trata de un maquillaje discursivo sobre la misma estructura de siempre. Lo que antes era una pasarela de ángeles ahora pretende ser una vitrina de inclusión; sin embargo, debajo del brillo, el mensaje no cambia: el cuerpo hegemónico sigue siendo el protagonista.
Nos venden empoderamiento femenino mientras reinstalan, con la suavidad del marketing contemporáneo, la idea de que la delgadez es disciplina, éxito y belleza. Cambia la narrativa, pero no el molde. Las llamadas “mujeres de alto valor” son, otra vez, las que caben, literal y simbólicamente, en una talla imaginaria.
La inclusión, en este formato, se vuelve una estrategia estética, no una transformación ética. Se nos invita a celebrar la autenticidad, pero dentro de los límites de un guion que sigue dictado por el mercado del deseo masculino: un guion que nos dice cómo debemos ser vistas, y no cómo queremos vernos.
Más allá de los cuerpos en pasarela, lo preocupante es cómo este tipo de espectáculos reconfiguran los imaginarios colectivos. Bajo la apariencia de modernidad, reinstalan la lógica de la comparación y la competencia femenina, ahora en clave “diversa”: ya no se trata solo de ser delgada, sino de ser “única”, “poderosa” y “perfectamente imperfecta” dentro de los marcos del consumo.
El desfile promete renovación, pero en el fondo reactiva el viejo sueño aspiracional de la mirada patriarcal. Un sueño que sigue vendiendo cuerpos como promesas de éxito, y que convierte la liberación femenina en una nueva mercancía.
Lo verdaderamente disruptivo no será cambiar la forma de los cuerpos en escena, sino romper el guion que convierte a las mujeres en espectáculo, y devolvernos la posibilidad de narrarnos sin la mirada que nos mide. Hasta que eso ocurra, seguiremos viendo el mismo desfile, solo que con otro nombre, otra música y otro disfraz.